martes, 7 de julio de 2015

||<< Hermanos, orad con nosotros >>||

(Lecturas: Charles H. Spurgeon)
☆ Leer: 1ª Tesalonicenses 5:25 ☆

Reservamos esta semana del año para refrescar la memoria del lector sobre el asunto de las oraciones en favor de los pastores, e imploramos muy encarecidamente a cada familia cristiana que cumpla con el ferviente pedido del texto, formulado primero por su apóstol, y ahora repetido por nosotros. 

Hermanos, nuestra obra es de trascendental importancia e implica el bienestar o la calamidad de miles. 

Nosotros, en nombre de Dios, tratamos con las almas sobre asuntos eternos, y nuestra palabra es olor de vida para vida u olor de muerte para muerte. 

Una muy grave responsabilidad descansa sobre nosotros, y no será una insignificante gracia si somos hallados libres de la sangre de todos los hombres. 

Como oficiales del ejército de Cristo somos el blanco principal de la enemistad de los hombres y de los demonios.  

Estos aguardan nuestra vacilación y se afanan por tomarnos del calcañar. 

Nuestra sagrada vocación nos coloca en tentaciones de las que vosotros estáis exentos; sobre todo, nos aparta muy frecuentemente de nuestro goce personal de la verdad y nos conduce a una consideración ministerial y oficial de la misma. 

Tenemos que hacer frente a muchos asuntos difíciles, y nuestra razón no sabe que decir. 

Observamos con mucha tristeza a los que vuelven atrás, y nuestros corazones se sienten heridos; vemos a millones que perecen, y nuestros espíritus se abaten. 

Deseamos serviros con nuestra predicación; queremos ser una bendición para vuestros hijos; ansiamos ser útiles tanto a los creyentes como a los pecadores; por lo tanto, queridos amigos, interceded por nosotros ante nuestro Dios. 

Somos hombres miserables sino podemos contar con vuestras oraciones, pero somos felices si vivimos en vuestras súplicas. 

No esperéis de nosotros las bendiciones espirituales, sino de nuestro Maestro; si bien muchas veces Él dio esas bendiciones por intermedio de sus ministros. 

Pedid, pues, frecuentemente que seamos los vasos de barro en los cuales el Señor ponga el tesoro del Evangelio.

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||<< La oscuridad y la luz >>||

(Por Bill Crowder)
☆ Leer: Salmos 91:1-8 ☆
"No temerás el terror nocturno, […] ni pestilencia que ande en oscuridad… (vv. 5-6)".

Cuando yo era jovencito, repartía periódicos en unas 140 casas en dos calles que estaban conectadas por un cementerio.

Como se trataba de la edición matutina, tenía que salir a las tres de la mañana y atravesar ese cementerio en medio de la oscuridad.

A veces, ¡tenía tanto miedo que lo atravesaba corriendo! El miedo no se me iba hasta que me encontraba parado a salvo debajo de una luz de la calle del otro lado.

Esa luz hacía desaparecer la temida oscuridad.

El salmista comprendía la relación entre el temor y la oscuridad, pero también sabía que Dios es mayor que esos miedos. Por eso, escribió:

«No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad…» (Salmos 91:5-6).

Ni los terrores de la noche ni el mal en la oscuridad deben generarnos miedo. Tenemos un Dios que envió a su Hijo, la luz del mundo (Juan 8:12).

A la luz del amor, la gracia y la verdad del Señor, podemos encontrar valor, ayuda y fuerza para vivir para Él.

● Señor, vengo a ti, la luz del mundo. Por favor, disipa con tu luz la oscuridad de mis miedos.

>> No tienes que temerle a la oscuridad si caminas con la Luz del mundo.

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