viernes, 21 de agosto de 2015

||>> Libertad verdadera.

☆ Amar a Dios,
es la mejor forma
de usar al completo nuestra libertad ☆

||>> La perseverancia en la oración.

(Por Dr. Charles Stanley -
Ministerio en Contacto)
☆ Leer: Romanos 12:10-13 ☆

Como pastor, hablo con muchas personas sobre su vida espiritual.

Por estas conversaciones, sé que la mayoría no están satisfechas con su vida de oración.

Les falta esperanza y fe, y el tiempo con Dios les parece vacío. Esta es la razón por la que muchos cristianos oran tan poco y tan desapasionadamente.

Ayer comenzamos a ver los obstáculos para una vida vigorosa de oración.

Veamos hoy un obstáculo más que bloquea la comunicación vibrante entre Dios y nosotros: La impaciencia.

La mayoría de nosotros hemos traído, en algún momento, nuestras súplicas al Señor Jesús con intensidad, pero no hemos visto los resultados deseados. 

Lamentablemente, los seres humanos somos, por naturaleza, de poco ánimo. 

Nos cansa pedir cuando lo único que percibimos es silencio.

Recordemos, sin embargo, que Dios no es nuestro sirviente; Él no actúa en el instante preciso que lo llamamos.

De hecho, si pudiéramos ver el panorama completo tal como Él lo ve, esperaríamos con gusto su plan y su momento.

En realidad, creo que somos bendecidos al no recibir todo lo que pedimos.

Si estamos totalmente satisfechos con la presencia del Señor, nuestra relación con Él florece, aunque no recibamos todo lo que pidamos.

Si clamamos a Dios con empeño y nada cambia, es posible que con el tiempo se creen barreras; pero siga orando.

Más allá de esta “pared”, usted sentirá la presencia de Dios, donde encontrará paz, gozo y destellos maravillosos de su gloria, independientemente de la respuesta que reciba.

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||>> ¿Quién es mi prójimo?

☆ Leer: Lucas 10:30-37 ☆
«… Ve, y haz tú lo mismo»
(v. 37).

A María le encantaba la reunión grupal a mitad de semana en la iglesia, donde ella y varios amigos se encontraban para orar, adorar y debatir temas relacionados con el mensaje de la semana anterior.

Ese día iban a hablar sobre la diferencia entre «ir» a la iglesia y «ser» la iglesia en un mundo herido.

Estaba ansiosa por ver a sus amigos y charlar con entusiasmo.

Mientras tomaba las llaves, sonó el timbre. «Lamento molestarte —dijo su vecina—, ¿estás ocupada esta mañana?».

María iba a explicarle que tenía que salir, cuando la vecina agregó: «Tengo que llevar el auto al taller. Por lo general, vuelvo caminando o en bicicleta, pero me lastimé la espalda y, por el momento, no puedo hacerlo».

María dudó un instante y, luego, sonriendo, dijo: «No hay problema».

Aunque solo la conocía de vista, mientras la llevaba a su casa, se enteró de que el esposo padecía de demencia senil, y del tremendo agotamiento que genera cuidar a alguien así. 

María la escuchó, se compadeció, prometió orar por ella y se ofreció a ayudarla en todo lo que pudiera.

Aquella mañana, María no fue a la iglesia a hablar sobre cómo compartir su fe, pero sí pudo transmitirle un poco del amor de Cristo a su vecina, la cual estaba atravesando una situación difícil.

● Señor. Quiero ser tus manos y pies para quien lo necesite. Úsame Dios mío. Que toda ayuda venga de tu parte, no de mi. Que toda palabra dada venga del Espíritu Santo y no del hombre. Gracias Padre.

>> La fe se manifiesta en nuestras acciones.

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