martes, 25 de agosto de 2015

||>> ¿Problemas de memoria?

(Por David C. McCasland)
☆ Lectura: Salmos 119:1-16 ☆
«En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.» ☆ Salmos 119:11 ☆

En un mundo de teléfonos móviles y aquellos que se marcan con un solo botón, nuestra capacidad de recordar puede sufrir un corto circuito porque confiamos en artefactos tecnológicos.

Un artículo del diario "Los Angeles Times" dice que en años pasados, cuando marcábamos números de teléfono, la «repetición... los grababa lentamente en la memoria de largo plazo.»

El uso diario proporcionaba un repaso constante.

Antes me sabía todos los números de familiares y amigos, pero hoy, todo lo que tengo que hacer es apretar un botón.

Dejar que un número de teléfono se nos vaya de la memoria puede ser trivial, pero mantener un dominio mental de la Palabra de Dios es de máxima importancia.

"Dawson Trotman", fundador del Ministerio «Los Navegantes», dijo que los tres principios para memorizar las Escrituras son: ¡Repasar, repasar y repasar!

Hace mucho hincapié en que se memorice la referencia junto con el texto, y cree que cualquiera que aprenda un versículo y lo repase diariamente durante siete semanas nunca lo olvida.

El salmista dijo: «"En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti... En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos... no me olvidaré de tus palabras".
☆ Salmos 119:11,15-16 ☆»

La meta de grabar las Escrituras en la mente es que se llene nuestros corazones y motive nuestras acciones.

La memorización abre la puerta mental a la Palabra de Dios. El repaso le da un hogar permanente en nuestros corazones.

● Si depositas la palabra de Dios en tu banco de memoria, te dará intereses toda la vida.

=*=

||>> Un estilo de vida perdonador.

(Por Dr. Charles Stanley -
Ministerio en Contacto)
☆ Leer: Efesios 4.29-32 ☆

Mostrar misericordia a quienes nos lastiman no es propio de la naturaleza humana; es más fácil enojarse y seguir así. 

Justificamos nuestra falta de perdón señalando la injusticia que hubo, o el daño hecho.

Pero Dios nos manda a ser misericordiosos (Lucas 6:36).

Quienes hemos probado la misericordia divina, debemos practicar un estilo de vida perdonador.

¿Por qué, entonces, no obedecemos? Porque, a veces, nuestro orgullo nos lo impide.

Nos enojamos cuando somos tratados con irrespeto, subestimados cuando surge una oportunidad de ascenso en el trabajo, o pasados por alto a pesar de nuestro desempeño.

Otras veces, pensamos solo en la falta de disposición para cambiar de otras personas, y no perdonamos hasta que mejoren su proceder.

O algunas veces hemos sido muy lastimados o tratados injustamente.

Tenemos la mente tan llena de dolor, que nos quedamos atascados en el pasado. No vemos que sea posible perdonar.

Una actitud rencorosa puede tener todo tipo de consecuencias no deseadas, entre ellas relaciones rotas, esclavitud emocional, e indiferencia para con el Señor.

Cuanto más nos aferremos a nuestro enojo, más afectada se verá nuestra comunión con otras personas y con nuestro Padre celestial, a parte, de resentirse nuestros cuerpos (salud física).

Con el tiempo, podemos volvernos amargados y hostiles, lo que desde luego no corresponde con lo que somos en Cristo.

Es difícil perdonar a quienes nos calumnian, tratan mal, o hieren a nuestros seres queridos.

Pero el comportamiento de ellos para con nosotros no es una razón para negarles la misericordia.

Dios nos llama a perdonar, así como Él nos perdonó; con su ayuda, podemos hacerlo.

=*=