(Por David C. Egner)
☆ Leer: 1 Pedro 5:1-9 ☆
«… resistid [al diablo] firmes en la fe» (v. 9).
Estaba pescando tranquilamente en las aguas apacibles y transparentes de un lago, lanzando el anzuelo junto a un lugar con abundante vegetación.
De pronto, una perca de boca pequeña se asomó para investigar.
Se acercó a la tentadora carnada, la miró y volvió a meterse en la maleza. Hizo lo mismo varias veces, hasta que detectó el anzuelo.
Entonces, sacudió la aleta, desapareció en su guarida y nunca más volvió.
El diablo nos incentiva con la tentación, como si fuera un anzuelo. Lo muestra agradable y promete satisfacernos.
Sin embargo, su poder termina allí, ya que no puede forzarnos a morder la carnada.
Nuestra voluntad le pone límite a sus intentos.
Cuando el Espíritu Santo nos advierte y decidimos decir que no, Satanás no puede hacer nada más. Santiago mismo nos afirma que huye (4:7).
Como creyentes, podemos recibir mucho consuelo de las palabras del apóstol Pedro, quien experimentó una gran tentación (Mateo 26:33-35), y quien, cerca del final de su vida, escribió:
«Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe»
(1 Pedro 5:8-9).
Así como aquella perca ignoró mi anzuelo, ¡nosotros también podemos resistir las tácticas tentadoras del diablo!
● Abba. Padre.
Danos tu fuerza para resistir la tentación.
>> Contesta las mentiras del diablo
con la verdad de la Palabra de Dios.
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