martes, 30 de junio de 2015

||<< Y yo, la gloria que me diste les he dado >>||


(Lecturas: Charles H. Spurgeon)
☆ Leer: Juan 17:22 ☆

He aquí la superlativa liberalidad del Señor Jesús, que nos ha dado todo.

Aunque con una décima parte de lo que posee habría enriquecido, más de lo que pensamos, a un universo de ángeles, sin embargo no se contentó hasta que nos dio todo lo que tenía.

Si nos hubiese permitido comer las migajas de su liberalidad, que están bajo la mesa de su misericordia, no nos habría sorprendido.

Pero Él no hace las cosas a medias, sino nos hace sentar con Él y nos hace participar de la fiesta.

Si solo nos hubiese dado alguna reducida renta de sus arcas reales, habríamos tenido motivo para amarlo eternamente; pero no, Él hará que su esposa sea tan rica como Él, y no tendrá gloria ni gracia de la que ella no participe.

Solo quedó satisfecho con hacernos coherederos suyos, para que tuviésemos las mismas posesiones.

Jesús ha puesto todos sus bienes en las arcas de la Iglesia, y "tiene todas las cosas comunes" con sus redimidos.

No hay en su casa ni una pieza cuya llave Jesús rehuse a su pueblo.

Al contrario, les da plena libertad de apropiarse de todo lo que Él tiene y quiere que no se haga rogar, sino que tomen de sus tesoros tanto como les sea posible llevar.

La ilimitada plenitud de su suficiencia es para el creyente tan gratuita como el aire que respira.

Cristo puso en los labios del creyente el frasco de su amor y de su gracia y le pide que beba siempre.

Si lo puede vaciar está invitado a hacerlo; pero, como no puede, se le pide que beba abundantemente, pues todo es suyo.

¿Qué prueba más real de compañerismo podría dar el cielo a la tierra?

¡Bendiciones!
¡Cuántas tienes ya!

¡Bendiciones, Dios te manda mas!

¡Bendiciones! Te sorprenderás!

Cuando veas lo que Dios por ti hará.

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