(Por Margarita L. Burt).
☆ Leer: Juan 14:12 ☆
“De cierto de cierto os digo, el que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre”.
Estas obras mayores se realizan mediante el poder del Espíritu Santo por medio de la oración.
Orar es lo más importante que podemos hacer. Para hacerlo bien, necesitamos tranquilidad, tiempo y determinación.
La verdadera oración produce las mayores obras; orar mal no produce ningunas.
No es posible orar demasiado. Tenemos que aprender de nuevo el valor de la oración, matricularnos de nuevo en la escuela de la oración.
No hay nada que requiere más tiempo para aprender para hacerlo bien.
Si vamos a aprender este maravilloso arte, no es cuestión de un momento de oración aquí y allí, sino de la disciplina de utilizar (y mantener el hábito con tenacidad) las mejores horas del día para Dios; de otra manera, no habrá oración que valga la pena.
La nuestra, evidentemente, no es una época de oración.
Hay pocos hombres que oran. La oración es menospreciada por algunos pastores y obreros.
En estos días de prisa y tecnología, los hombres no toman el tiempo para orar.
Hay predicadores que dicen oraciones como parte de su programa, pero...
¿Dónde están los que se disponen para asirle a Dios?
¿Quién ora como Elías hasta que las fuerzas de la naturaleza sean desatadas para convertir la tierra seca en el huerto de Dios?
Los apóstoles se entregaron a la oración. Esta es la cosa más difícil de conseguir, que los hombres o aun los predicadores, la hagan.
Algunos darán dinero, pero no se darán a la oración.
Hay muchos predicadores que darán sermones elocuentes sobre la necesidad del avivamiento o de la evangelización, pero pocos hay que orarán, sin lo cual toda predicación y organización es vano.
La oración es un arte perdido.
El mayor benefactor en nuestros tiempos sería el hombre que pueda conseguir que los predicadores y todas las iglesias vuelvan a la oración.
La llamada a cada creyente a la oración es la llamada más fuerte y más exigente del Espíritu Santo hoy.
La extensión del evangelio va muy despacio cuando los creyentes no están orando muy temprano por la mañana, hasta muy tarde por la noche, y a lo largo de todo el día.
Estamos creando a una generación de creyentes que no oran.
¿Dónde están los líderes llenos del Espíritu Santo que pueden enseñar a los creyentes modernos a orar, y conseguir que lo hagan?
¿Dónde están los líderes que pueden poner las iglesias a orar ?
Que se presenten y lo hagan, y será la obra más grande que se pueda hacer.
Un aumento en educación y más fondos para la obra, si no están santificados por más y mejor oración de la que se está llevando a cabo ahora, son inútiles.
Más oración no vendrá por sí sola. Nada lo logrará sino un esfuerzo concreto de parte de líderes que oran.
Los líderes tienen que poner el ejemplo para que la oración ocupe su lugar en el centro de la vida de la iglesia.
Solo líderes que oran puede conseguir a seguidores que oran. Pastores que oran dan a luz a creyentes que oran.
Necesitamos urgentemente a alguien que pueda conseguir que los santos oren.
¿Quién se pondrá en la brecha?
El mayor reformador será el que puede poner la iglesia a orar.
La necesidad más grande de la iglesia en esta edad, y en todas, es de hombres de fe, de una santidad intachable, vigor espiritual, y un celo que les consume, para que sus oraciones, su fe, sus vidas, y sus ministerios sean tan radicales que puedan obrar una revolución espiritual en los creyentes individuales y en la vida de la iglesia.
No necesitamos a hombres que usan métodos sensacionales para mover las masas, o que atraen a la gente por medio de cultos que fascinan y entretienen, sino a hombres que pueden obrar revoluciones por medio de la predicación de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu para cambiar toda la corriente religiosa de nuestros días.
Dios puede obrar maravillas si puede conseguir a tales hombres.
Vamos a orar ardientemente.
Que Dios los levante para realizar su promesa de hacer estas “mayores obras” en nuestra generación”.
(Traducido de “Power Through Prayer”, E. M. Bounds).
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