miércoles, 19 de agosto de 2015

||>> El Camino.

(Por David. H. Roper)
☆ Leer: Salmos 104:16-25 ☆
«Todo lo hizo hermoso en su tiempo...» (Eclesiastés 3:11).

En las alturas de las montañas que están cerca de nuestra casa, hay un camino que se abre paso subiendo y bajando por la ladera de un empinado cañón.

Éste conduce a una corriente que pasa primero por una pila de piedras en forma de castillo, y luego corre suavemente por un bosque espeso y musgoso.

Es un área tranquila donde florecen las flores silvestres en una belleza frágil... un lugar apartado y poco frecuentado. 

Incluso si nadie viera este lugar, seguiría siendo hermoso, porque Dios crea belleza por la belleza misma.

Pero lo maravilloso es que Él creó esta belleza para todo el que quiera recibirla, como expresión visible de su creatividad y amor.

Esa es la razón por la que miro la naturaleza y la exploro.

Adoro a Dios por este sosegado escondite y le doy gracias.

Igual que David exclamó: «¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios» (Salmos 104:24).

Me dan pena los que adoran la naturaleza misma y no conocen a Dios, su Creador. Cuando van a un lugar como éste, no tienen a quien darle gracias.

Los que conocemos a Dios lo reconocemos en la creación y siempre podemos darle gracias por mostrar su amor en tan hermosas maneras.

● La creación está llena de señales que apuntan al creador.

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||>> Nuestro Ayudador en la oración.

(Por Dr. Charles Stanley - 
Ministerio en Contacto)
☆ Leer: Juan 14:16-17 ☆

Uno de los sentimientos más dolorosos es la soledad. Por supuesto, hay momentos en la vida cuando la soledad es inevitable. 

Pero, puesto que Dios ha enviado a su Espíritu para morar en nosotros, nunca estamos realmente solos.

Él está con nosotros y es accesible cada segundo de cada día.

Jesús se refirió al Espíritu Santo como nuestro Consolador o “Ayudador”.

Pensemos en las maneras que el Espíritu Santo nos ayuda en la vida de oración. 

Primero, nos pone la carga de orar.

¿Alguna vez sintió una fuerte sensación de que necesitaba pasar tiempo con el Señor? Quizás no estaba seguro de por qué razón.

Era el Espíritu tocándole. Él tiene muchas razones para hacerlo; por ejemplo, porque sabe que usted necesitará fuerzas para enfrentar una crisis inminente.

O a veces nos anima a confesar un pecado para que nuestra comunión con el Padre no se vea obstaculizada.

Segundo, el Espíritu de Dios intercede por nosotros. Hay veces que no sabemos cómo orar, cuando la tristeza o impotencia nos abruman hasta el punto de que las palabras no nos salen.

Lo único que podemos hacer es llorar. Si embargo, el Espíritu suplicará en representación nuestra, porque Él comprende la profundidad de nuestros pensamientos, sentimientos y necesidades, y los traduce en súplica efectiva de acuerdo con la voluntad del Padre.

Nuestro Salvador le ama profundamente, lo suficiente como para morir en su lugar y enviar a un Ayudador para morar en usted.

¡Qué privilegio tan grande! 

¿Reconoce usted su poder y su amor a lo largo del día?

Él anhela consolarle, darle fuerzas y guiarle en todo momento.

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