«No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones» (Efesios 1:16).
Entre la pila de correspondencia posterior a la Navidad, descubrí un tesoro: una tarjeta hecha a mano y pintada en cartulina reciclada.
Unas sencillas pinceladas de acuarela evocaban un paisaje invernal con colinas adornadas de pinos.
En la parte inferior, enmarcado en bayas rojas de acebo, aparecía este mensaje manuscrito:
¡La paz sea contigo!
El artista era un amigo mío
que estaba preso.
Mientras admiraba su obra,
¡me di cuenta de que hacía dos años
que no le escribía!
Hace mucho, otro prisionero fue desatendido mientras aguardaba en la cárcel. «Sólo Lucas está conmigo»,
le escribió el apóstol Pablo a Timoteo
(2 Timoteo 4:11).
«Ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon» (v. 16).
Aun así, Pablo encontró ánimo incluso en la prisión, y escribió: «Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas» (v. 17).
Sin duda, el apóstol experimentó la angustia del abandono.
Al dorso de esa hermosa tarjeta de Navidad, mi amigo escribió: «Que la paz, el gozo, la esperanza y el amor que trajo el nacimiento de Jesús sean contigo y los tuyos».
Y firmó: «Tu hermano en Cristo».
Puse la tarjeta sobre la pared para acordarme de orar por él.
Después, le escribí.
Durante este nuevo año, acerquémonos a los hermanos que se sienten más solos.