lunes, 13 de julio de 2015

||<< Y dijo Dios a Jonás: ¿Haces bien en enojarte? >>||

(Lecturas: Charles H. Spurgeon).
☆ Leer: Jonás 4:9 ☆

La ira no es necesariamente mala, pero tiene una tendencia tan marcada a desviarse, que todas las veces que se presenta, tendríamos enseguida que examinar su índole con esta pregunta:

"¿Haces bien en enojarte?"

Puede ser que podamos responder: "Si". 

Muy frecuentemente la ira es la tea del loco, pero algunas veces es el fuego de Elías que cae del cielo. 

Hacemos bien cuando nos airamos con el pecado con el mal que comete contra nuestro bondadoso y clemente Dios; o cuando nos airamos contra nosotros mismos por seguir siendo tan torpes, después de haber recibido tanta instrucción divina; o también cuando nos airamos con los demás porque obran lo malo. 

El que no se enoja ante la transgresión es porque participa de ella. 

El pecado es aborrecible y odioso y ningún corazón regenerado puede soportarlo con paciencia. 

Dios mismo está airado con el impío todos los días, y en su Palabra está escrito: "Los que amáis a Jehová, aborreced el mal".

Pero mucho más frecuentemente tenemos que temer que nuestra ira no es recomendable ni aún justificable, y entonces tenemos que responder: "No". 

¿Por qué tenemos que estar malhumorados con los hijos, enojados con los sirvientes y airados con los compañeros?

¿Es honrosa esa ira para nuestra profesión cristiana, o glorificamos con ella a Dios?

¿No es el viejo corazón malo el que busca obtener dominio, al cual tendríamos que resistir con toda la fuerza de nuestra nueva naturaleza? 

Muchos de los que profesan ser cristianos se rinden al carácter irascible, como si fuera inútil intentar resistirlo. 

El creyente debe recordar que es menester que sea vencedor en todo sentido, de lo contrario no será coronado. 

Si no podemos dominar nuestro genio, ¿Qué es lo que la gracia ha obrado en nosotros?

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||<< A pesar de todo debes seguir... >>||

(Por Soraida Fuentes)
☆ Leer: Hebreos 11:1 ☆
“La fe es la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos; es lo que nos da la certeza de las cosas que no podemos ver.”

En Hebreos 11 podemos encontrar la lista de los héroes de la fe.

Dios obró en la vida de muchas personas con diferente posición social, cargo, carácter, quienes conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido.

Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir a filo de espada.

Su debilidad se convirtió en fortaleza. Llegaron a ser poderosos en batalla e hicieron huir a ejércitos enteros. 

Sin embargo, versículos después vemos que otros fueron torturados, ridiculizados, oprimidos, sus espaldas fueron laceradas con látigos, encadenados en prisiones, algunos apedreados, otros fueron aserrados y no faltaron los que murieron a espada. (Hebreos 11: 36-37).

Llama la atención esta diferencia entre los que fueron aplaudidos por su fe y los que tuvieron que soportar persecución por defenderla, entonces nos preguntaríamos...

¿Qué grupo tuvo más fe?
¿Los que conquistaron reinos? o ¿los que fueron apedreados?

Pablo dice de ambos “este mundo no era digno de ellos, porque ellos pusieron su esperanza en una vida mejor que viene después de la resurrección” y no en las circunstancias temporales que tuvieron que vivir.

Te has puesto a pensar ¿cómo está tu fe? ¿Podrías conquistar el sueño que Dios ha puesto en ti? 
¿Soportarías ser torturado y aún no negar a Dios?

Estos personajes, sabían en quien habían creído, tenían firmeza, seguridad y convencimiento de su fidelidad, es por eso que obraron de esa manera.

Puede pasar que las circunstancias de la vida te hayan debilitado, y llega un punto donde la paciencia se agota; si es así, vuelve tu mirada al Creador de todo, al que tiene el control total de tu vida, a aquel que te ha prometido que estaría contigo hasta el fin.

Declara esto creyendo con todo tu corazón: “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.”
- Salmos 40:17.-

Así, tendrás nuevas fuerzas para seguir adelante. 

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