(Por David C. McCasland)
☆ Leer: Efesios 4:1-13 ☆
«Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.» (v.3).
Los compañeros de equipo del difunto "Willie Stargell", le llamaban «Pops» por su liderazgo tanto dentro como fuera del campo de béisbol.
En 1979 cuando Stargell llevó a los Piratas de Pittsburgh a su segunda victoria en la Serie Mundial, al equipo le pusieron el sobrenombre de «La Familia», por la estrecha relación que había entre ellos.
«Ganábamos, vivíamos y disfrutábamos como uno -dijo Stargell-. Moldeamos juntos docenas de personas distintas y las hicimos una sola fuerza laboral.
Éramos productos de diferentes razas, fuimos criados con diferentes niveles de ingresos, pero en los vestidores y en el campo, éramos uno.»
¿Nos describe eso a los seguidores de Cristo?
Cuando la familia de Dios se reúna en el cielo, incluirá a creyentes «de todo linaje y lengua y pueblo y nación»
(Apocalipsis 5:9).
¡Qué maravillosa será esa reunión!
Hasta entonces, se nos instruye para que seamos «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4:3).
¿Cómo podemos hacer eso?
Viviendo «con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (v.2).
Los cristianos somos increíblemente diferentes y diversos. Pero somos una familia.
Nuestro Padre Celestial nos llama a dejar de lado el prejuicio, el interés propio y el orgullo mientras trabajamos para lograr una unidad natural que le honre.
● Cristo crea la unidad en medio de la diversidad.
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