(Por el Dr. Charles Stanley -
Ministerio en Contacto)
☆ Leer: Daniel 1:1-20 ☆
Aunque Daniel vivía cautivo en Babilonia, resolvió en su corazón no violar las leyes de Dios. Él nunca vaciló en su obediencia.
¿Qué lo motivó a vivir esa promesa?
La devoción a Dios. El amor de Daniel por el Señor le dio la firmeza para no contaminarse con la comida y el vino del rey.
La dedicación a Dios significa elegir apartarse para amar, adorar y obedecer solamente a Él.
Equivale a declarar: “Señor, cada parte de mí es tuya. Quiero lo que tú quieras”.
Cuando mantenemos a Jesucristo como el centro de nuestro enfoque, nuestros corazones rebosan de acción de gracias, y nos sentimos motivados para mantenernos firmes.
Una dirección clara. Si Daniel se negaba rotundamente a comer la comida del rey, probablemente perdería la vida. Por tanto, él y sus amigos se dirigieron a Dios en busca de dirección.
El Señor les dio la sabiduría que necesitaban para desarrollar un plan alternativo; también les dio el coraje para que pidieran permiso para obedecer el mandamiento de Dios.
Observemos que no hubo ninguna demanda ruidosa, ninguna alegación, y ningún espíritu rebelde.
La conducta de ellos estuvo caracterizada por confianza en Dios y dependencia de Él.
Jesús promete que el Espíritu Santo nos dará guía y entendimiento (Juan 16:13).
Por medio de la oración diaria y de la meditación en la Palabra de Dios, podemos mantener nuestros ojos centrados en Cristo, nuestros oídos atentos a su voz, y nuestros corazones motivados a obedecer.
Seremos capaces de tener la misma obediencia incondicional de Daniel.
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