(Por Albert Lee)
☆ Leer: Malaquías 1:1-5 ☆
«... ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí...» (vv.2-3).
Parece que usáramos algunas cosas más que otras: nuestras bocas más que nuestros oídos, nuestros estómagos más que nuestras mentes.
También parece que usamos la frase: «¡Es tan injusto!», mucho más a menudo que «¡Merezco tan poco!».
En Malaquías 1:1-5 leemos del amor de Dios por Jacob y su odio por Esaú.
Superficialmente parece muy injusto, sobre todo cuando pensamos en el tipo de persona que era Jacob. Engañó a su padre para que le diera la bendición que debió haber sido para Esaú, su hermano mayor (Génesis 27).
Es fácil pensar en él como el «vil intrigante».
¿Fue Dios injusto al amar a Jacob y aborrecer a Esaú? ¿Por qué era Esaú inmerecedor del amor de Dios?
Esas son preguntas válidas que son difíciles de contestar y explicar, pero... ¿hemos considerado una pregunta más básica?
¿Alguna vez ha merecido alguien el amor de Dios?
Dios es perfecto, y hasta en nuestros mejores momentos vamos a luchar con nuestro pecado.
¿Acaso nos atrevemos a pensar que merecemos algo?
No sabemos por qué Dios optó por amar a Jacob. Pero sí sabemos que ninguno de nosotros merece el amor de Dios.
¿Por qué nos ama tanto que envió a su Hijo a morir por nuestros pecados? No podemos explicarlo.
Todo cuanto podemos hacer es responder en gratitud a la sublime gracia y el amor de Dios.
● La gracia de Dios nos da lo que no merecemos.
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