lunes, 29 de junio de 2015

||<< Una voz en la noche >>||

(Por David H. Roper)
☆ Leer: Salmo 134 ☆
"Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid al Señor (v. 2)".

El Salmo 134 tiene solo tres versículos, pero es una prueba de que lo bueno puede venir en envase pequeño.

Los dos primeros versículos son una advertencia a los sacerdotes que servían en la casa de Dios noche tras noche.

El edificio estaba oscuro y vacío; no sucedía nada trascendente… o así parecía.

De todos modos, se instaba a aquellos siervos, diciéndoles:

«Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid al Señor» (v. 2).

El tercer versículo es la voz de la congregación que clama en la oscuridad y soledad nocturnas:

"«¡Que te bendiga desde Sión el Señor, creador del cielo y de la tierra!»" (v.3).

Pienso en otros siervos del Señor hoy: pastores y sus familias que sirven en iglesias reducidas en lugares pequeños.

A menudo, se desaniman, se sienten tentados a abandonar, dan lo mejor de sí y trabajan sin reconocimiento ni recompensas.

Se preguntan si a alguien le importa lo que hacen; si piensan en ellos, oran o los consideran parte de sus vidas.

Yo les diría a ellos y a todos los que se sienten solos e insignificantes: «aunque tu lugar sea pequeño, es santo».

El Dios que hizo y mueve el cielo y la Tierra está obrando en y a través de ti.

Alza tus manos y alábalo!!

Todo el que hace la obra de Dios como Él desea es importante ante sus ojos.

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