(Por Tim Gustafson)
☆ Leer: Salmo 32:1-11 ☆
"… Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor…" (v. 5).
Julia estaba sentada en el patio de su casa reflexionando sobre una pregunta que la preocupaba: ¿debía escribir un libro?
Le había encantado escribir en un blog y hablar en público, pero sentía que Dios le pedía algo más.
«Le pregunté al Señor si quería que lo hiciera», comentó.
Empezó a preguntarse si Dios quería que escribiera sobre la adicción a la pornografía que padecía su esposo y de cómo estaba obrando el Señor en su vida y en su matrimonio, pero, después, pensó que podría ofenderlo públicamente.
Entonces, oró: «¿Y si lo escribimos juntos?».
Le preguntó a su marido y él estuvo de acuerdo.
Aunque no reveló cuál era su pecado, el rey David manifestó públicamente sus luchas.
Incluso las expresó en una canción: «Mientras callé, se envejecieron mis huesos», y agregó: «Confesaré mis transgresiones al Señor» (Salmo 32:3, 5).
No todos tienen que hacer públicas sus batallas privadas, pero, cuando David confesó su pecado, encontró paz y sanidad que lo inspiraron a adorar a Dios.
Julia y su esposo dicen que el proceso de escribir su historia tan personal los ha acercado más que nunca.
¡Qué parecido a Dios, quien nos ama al punto de sustituir nuestra culpa, vergüenza y alejamiento por su perdón, ánimo y comunión!
¿Necesitas intercambiar tu culpa por el perdón de Dios? Él está escuchando.
Dios perdona a quienes se confiesan culpables.
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