lunes, 20 de julio de 2015

||<< Sube la montaña >>||

(Por Soraida Fuentes)
☆ Leer: Salmos 84:5-7 ☆
“Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion.”

Cada mañana, nos levantamos con nuevas fuerzas, pero durante el transcurso del día, llegamos a sentirnos agotados, por el trabajo, las responsabilidades con la familia, las tareas que tenemos que realizar y podríamos decir: hay tanto en que pensar, cuentas que pagar, proyectos que empezar, amigos que visitar, en medio de todo este no vemos la hora de tener un tiempo de descanso.

Pero no solamente dependemos de la fuerza del cuerpo, sino de algo en nuestro interior que hace que podamos sentirnos renovados a pesar del cansancio físico.

Ese “algo” es Dios mismo que a través de su Santo Espíritu habita en nuestros corazones.

Subir una montaña solo y a pie es mucho más difícil que hacerlo con compañía y en un vehículo, de igual manera es imprescindible en nuestra vida la presencia del Espíritu Santo.

Porque él es nuestra fuerza, como dice en Romanos 8:26-27 “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.“

Cuando nuestras fuerzas provienen de Dios, aun las situaciones difíciles se llegan a transformar en bendiciones.

Probablemente te sientas cansado y sin fuerzas para subir la montaña y no avanzar, o tal vez, te encuentras sentado a mitad de camino sin saber si seguir o darte por vencido.

Retoma fuerzas en Dios y continua creyendo que el valle de lágrimas se volverá en fuente de poder, hoy puedes declarar: En ti está mi fuerza Señor!!

“Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.”
- 2 Timoteo 1:6-7 (NTV).-

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