jueves, 16 de julio de 2015

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☆ Lectura: Isaías 46 ☆

Después de haber caminado él y su padre casi 5 de los 6 kilómetros que recorrerían en su excursión, el niño pequeño de 5 años estaba cansado y ya tropezaba en el camino.

Aun así, insistía en llevar la cantimplora de su padre.  

Finalmente el pequeño con lágrimas en sus ojos, dijo a su padre: “¡Papi, por favor. Cárgame!”.

Así, el padre alzó al niño y se lo puso sobre los hombros.  

Cuando llegaron y bajó al niño, este exclamó: “¿Viste papi? Lleve la cantimplora todo el camino.”

Nuestra primera respuesta podría ser, sonreír ante la ingenuidad del pequeño, pero en la respuesta de su hijo, el padre vio algo de su propia actitud hacia Dios.  

Nuestro Padre Celestial nos ha invitado a que echemos toda nuestra ansiedad sobre Él (1 Pedro 5:7).

Sin embargo, insistimos en pensar que podemos hacerlo por nosotros mismos, aferrándonos con fuerza a esas preocupaciones y dándonos el crédito después que sobrevivimos alguna dificultad.

A través del profeta Isaías, el Señor le recordó a Israel que Él los había llevado desde su nacimiento como nación (Is. 46:3-4).

No obstante, ellos se habían enorgullecido y vuelto autosuficientes, por lo cual, si persistían, irían de camino al desastre.

Dejemos de engañarnos. Somos débiles y Dios es fuerte.

Si le entregamos nuestras “cantimploras” experimentaremos Su paz y bendición.

Dios cuida a aquellos que saben que no pueden cuidarse a sí mismos.

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