(Lecturas: Charles H. Spurgeon)
☆ Leer: Proverbios 1:33 ☆
El amor divino se hace visible cuando brilla en medio de los juicios.
Bella es aquella estrella solitaria que sonríe a través de la abertura de la nube tronadora; animador es el oasis que florece en el desierto de arena.
También bello y animador es el amor en medio de la ira.
Cuando los israelitas provocaron al Altísimo con su persistente idolatría, Él los castigó reteniéndoles el rocío y la lluvia, de manera que la tierra fue visitada con un hambre espantosa; pero mientras Dios hacía esto, tuvo cuidado de que sus elegidos estuviesen seguros.
Aunque todos los arroyos se secaron, había uno, sin embargo, reservado para Elías; y cuando también aquél se secó, Dios le reservó un lugar donde hallar sustento.
Y no sólo eso: el Señor no tenía un solo Elías, sino "un remanente por la elección de gracia", que fue escondido en cuevas de cincuenta en cincuenta, y aunque toda la tierra estaba expuesta al hambre, éstos fueron alimentados, y alimentados de las comidas de Acab, por el fiel y temeroso mayordomo Abdías.
Saquemos de esto la conclusión de que venga lo que viniere, el pueblo de Dios está seguro.
Deja que las conmociones sacudan la tierra y el firmamento se rompa en dos, pues aún en medio de un mundo hecho pedazos el creyente estará tan seguro como en la hora de calma y paz.
Si Dios no libra a su pueblo debajo del cielo, lo librará en el cielo.
Si el mundo llegase a ser demasiado intolerante para tener al pueblo de Dios, el cielo lo recibirá y le dará un lugar seguro.
Ten confianza, pues, cuando oyeres de guerra y rumores de guerra. Que la agitación no te angustie; deja de temer al mal.
Cualquier cosa que venga sobre la tierra, no le temas, pues tu, bajo las amplias alas de Jehová, estarás segura.
Descansa en sus promesas; reposa en su fidelidad y desafía al lóbrego futuro, pues no hay en él nada horrible para ti.
Tu única preocupación tendría que ser mostrar al mundo la felicidad que gozas.
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