☆ Lectura: Efesios 2:14-22 ☆
Cada cierto tiempo, mi familia organiza una reunión cerca de algún parque nacional, con preferencia con vistas a hermosas montañas, ríos o valles verdes y extensos.
No nos vemos con mucha frecuencia, por lo cual nos sorprendemos de cuánto han crecido los niños y de cuánto se parecen a sus padres y madres.
Esperamos con ansias esas reuniones porque nos recuerda que somos parte de una familia.
Todo el que ha confiado en Cristo como Salvador personal pertenece a la familia de Dios.
El apóstol Pablo dijo que todos los creyentes somos: “miembros de la familia de Dios” (Ef.2:19).
Somos parte de una familia que está compuesta de todos los creyentes en Cristo (cuerpo de Cristo).
Los miembros de una familia, donde hay amor, deberían ser honestos acerca de la preocupación que deben tener los unos por los otros.
Pueden hacer preguntas sobre problemas y luchas específicas y la forma en que se están manejando y pueden confrontar asuntos difíciles.
Como creyentes en Cristo hemos de preocuparnos por los otros miembros de la familia de Dios.
A veces el camino al crecimiento espiritual es muy escabroso.
Por lo tanto, necesitamos exhortar con amor a los otros creyentes a volverse de sus pecados y a vivir para el Señor, recordando siempre examinarnos a nosotros mismos.
El propósito es producir siempre una familia de creyentes armoniosa que haga la obra de Dios y se edifique mutuamente.
¡Qué privilegio ser parte de la familia de Dios!
Mostramos nuestro a amor a Dios cuando amamos a Su familia.
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