☆ Lectura: 2 Timoteo 2:1-7 ☆
Un amigo me contó el siguiente recuerdo de su infancia:
“Cuando era un niño, mi familia acostumbraba a esperar el primer tomate maduro de nuestro huerto.
Por alguna razón, aquel primer tomate maduro (que muchas veces dejábamos que se terminara de madurar en la vuelta que hace la pared en el corte de la ventana de la cocina) parecía tener el mejor sabor de todos.
A medida que pasaba el verano, mi madre preparaba los tomates en una gran variedad de formas: guisados, cortados en rodajas para sándwiches, y hasta hacía sus famosos tomates verdes fritos.
Algunos los envasaba para guardarlos y usarlos en el invierno en pastas.
Ahora bien, había algo que nunca se olvidaba: papá siempre guardaba algunas semillas de sus preciadas plantas de tomate para la siembra del año siguiente.
Con eso se aseguraba de tener una cosecha año tras año.”
Creo que Pablo pensaba en ese principio cuando le dijo a Timoteo que encargase la verdad del evangelio a creyentes fieles que pudiesen “enseñar también a otros” (2 Tim 2:2).
Al igual que la semilla, la Palabra de Dios debe sembrarse continuamente en los corazones de seguidores de Cristo, quienes a su vez, la transmitirán a otros.
Al hacerlo, el proceso de sembrar y cosechar continuará hasta que vuelva el Señor de la cosecha.
De seguro alguien te ha enseñado las verdades del evangelio y te ha dado a comprender las enseñanzas de la Biblia.
Si no es así, hoy es un buen día para empezar a descubrir las maravillosas verdades que Dios tiene guardadas para los que quieran seguirle y entregarle su vida:
Lee la Biblia todos los días, habla con Él cotidianamente y pídele dirección para que te guíe, para que puedas reunirte con un grupo de personas que desee conocer Su voluntad.
¿Estas sembrando semillas para la próxima cosecha?
Hemos de ser canales de la verdad de Dios, no solamente depósitos.
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