☆ Lectura: 2 Corintios 9:6-15 ☆
Larry y Betty Bartells tenían una buena vida. Tenían 6 hijos, una buena casa, buenos empleos.
Podían haber pasado el resto de su vida tranquilos, esperando el momento en que el último de sus hijos se graduará de la universidad para disfrutar esa época de la vida en que los hijos se hacen adultos.
Pero el Señor no se los permitió. Dios puso en sus corazones amor por los niños desamparados, con esto realizaron un cambio en sus planes de vida.
Les puso un peso por el número cada vez mayor de niños para quienes cada día es una pesadilla de hambre y peligro.
Así, a una edad en que mucha gente se preocupa por sus inversiones y sus planes de jubilación, los Bartells tomaron rumbo hacia Suramérica con el objetivo de abrir un orfanato.
En Lima, Perú, hay cientos de niños para quienes la palabra hogar es desconocida.
Larry y Betty encontraron una casa lo suficientemente grande como para albergar muchos niños y abrieron sus puertas.
Sus responsabilidades de padres se desarrollaron al máximo al recibir veinte niños en su casa y hacerlos parte de la familia.
No todos podemos hacer lo que hicieron los Bartells. Pero todos podemos ayudar.
Podemos apoyar ministerios de buena reputación financiera para niños, prometer orar por ellos o participar en organizaciones cercanas a donde vivimos.
Al hacerlo podemos repartir nuestras dádivas a los pobres (2 Cor.9:9).
Ayudemos a los niños(as).
Es una oportunidad de mostrarles lo que significa el verdadero amor que proviene del nuestro Señor.
Ayudar a un niño(a) es una obra de amor en el presente y una inversión en el futuro.
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