(Por Philip Yancey)
☆ Leer: Romanos 8:18-25 ☆
"… según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra…".
- 2 Pedro 3:13.-
En la escuela secundaria, estaba orgulloso de mi talento para jugar al ajedrez.
Me uní al club de ajedrecistas; y, en cada tiempo libre, leía detenidamente libros clásicos sobre distintas jugadas.
Estudié técnicas, gané la mayoría de las partidas.
Luego dejé de jugar durante 20 años.
Después, conocí a un ajedrecista realmente bueno, quien había seguido perfeccionando su juego, y descubrí cómo es jugar contra un maestro.
Aunque yo tenía libertad de hacer cualquier movimiento, ninguna de mis estrategias importó mucho, ya que su superioridad garantizaba que todas sirvieran siempre a su objetivo.
Quizá esto describa nuestra condición espiritual.
Dios nos da libertad para rebelarnos contra su diseño original, pero, aunque lo hagamos, terminaremos sirviendo a su meta final de restauración (Romanos 8:21; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1).
Esto ha transformado mi manera de ver las cosas buenas y las malas.
Las buenas, como la salud, los talentos y el dinero, pueden presentarse a Dios como ofrendas para servir a sus propósitos.
Y las malas, como las discapacidades, la pobreza, la disfunción familiar y el fracaso, pueden convertirse en instrumentos que me acerquen a Él.
Con el Gran Maestro, la victoria está asegurada, al margen de lo que esté sobre el tablero de la vida.
● Abba. Padre. Ayúdame a confiar en tu buen corazón.
>> Cuando no podamos ver la mano de Dios, confiemos en su corazón.
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