jueves, 6 de agosto de 2015

||>> Maestro de ajedrez.

(Por Philip Yancey)
☆ Leer: Romanos 8:18-25 ☆
"… según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra…".
- 2 Pedro 3:13.-

En la escuela secundaria, estaba orgulloso de mi talento para jugar al ajedrez. 

Me uní al club de ajedrecistas; y, en cada tiempo libre, leía detenidamente libros clásicos sobre distintas jugadas.

Estudié técnicas, gané la mayoría de las partidas.

Luego dejé de jugar durante 20 años.

Después, conocí a un ajedrecista realmente bueno, quien había seguido perfeccionando su juego, y descubrí cómo es jugar contra un maestro.

Aunque yo tenía libertad de hacer cualquier movimiento, ninguna de mis estrategias importó mucho, ya que su superioridad garantizaba que todas sirvieran siempre a su objetivo.

Quizá esto describa nuestra condición espiritual.

Dios nos da libertad para rebelarnos contra su diseño original, pero, aunque lo hagamos, terminaremos sirviendo a su meta final de restauración (Romanos 8:21; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1).

Esto ha transformado mi manera de ver las cosas buenas y las malas.

Las buenas, como la salud, los talentos y el dinero, pueden presentarse a Dios como ofrendas para servir a sus propósitos.

Y las malas, como las discapacidades, la pobreza, la disfunción familiar y el fracaso, pueden convertirse en instrumentos que me acerquen a Él.

Con el Gran Maestro, la victoria está asegurada, al margen de lo que esté sobre el tablero de la vida.

● Abba. Padre. Ayúdame a confiar en tu buen corazón.

>> Cuando no podamos ver la mano de Dios, confiemos en su corazón.

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