(Por David C. Egner)
☆ Leer: Éxodo 3:1-6,10-14 ☆
«YO SOY EL QUE SOY...»
(v. 14).
Una antigua historia cuenta que un muchacho fue enviado solo al bosque durante una noche de otoño para probar si era valiente.
El cielo se oscureció y
los ruidos nocturnos llenaron el aire.
Los árboles crujían, una lechuza ululaba y
un coyote aullaba.
Aunque tenía miedo, el niño se quedó toda la noche, tal como lo exigía la prueba.
Por fin, la mañana llegó.
Allí cerca, vio una figura solitaria… era su abuelo, que lo había estado vigilando
todo el tiempo.
Cuando Moisés se internó en el desierto,
vio una zarza ardiente que no se consumía.
Dios comenzó a hablarle desde allí,
enviándolo de regreso a Egipto para que liberara de la cruel esclavitud a los israelitas.
Reticente, Moisés empezó a cuestionar:
—¿Quién soy yo para ir?
—Yo estaré contigo
—fue la simple respuesta de Dios.
—Supongamos que me preguntan quién me envió y cómo se llama. ¿Qué les diré?
Dios respondió: «YO SOY EL QUE SOY. […] Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros»
(Éxodo 3:14).
La frase «YO SOY EL QUE SOY»
revela el carácter eterno
y consumado de Dios.
El Señor ha prometido estar siempre con los que creen en Él. Sin importar cuán oscura sea la noche, el Dios invisible está listo para responder de manera apropiada ante nuestra necesidad.
● Abba. Padre.
Gracias por tu carácter inalterable.
Dios está siempre presente en nuestras vidas y actuando en ellas con toda soberanía.
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