(Por David C. McCasland)
● Leer: Lucas 18:1-8.
« … les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar…» (v. 1).
¿Estás atravesando uno de esos momentos en que, cada vez que intentas resolver un problema, encuentras una nueva dificultad?
Por la noche, agradeces a Dios por su intervención; pero, al despertar, descubres que otra cosa salió mal y el problema
sigue en pie.
Durante una experiencia similar, estaba leyendo el Evangelio de Lucas y me sorprendieron las primeras palabras del capítulo 18, «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar» (v. 1).
Había leído la historia de la viuda persistente muchísimas veces, pero nunca entendí por qué Jesús la relató (vv. 2-8).
En ese momento, conecté las palabras iniciales con la historia.
La lección para sus seguidores fue clara: «Oren siempre y no desmayen jamás».
La oración no es una manera de lograr que Dios haga lo que queremos. Es un proceso para reconocer su poder y su plan para nosotros.
Al orar, rendimos nuestra vida y circunstancias al Señor, y confiamos en que actúe en su tiempo y a su manera.
Mientras confiamos en la gracia de Dios, no solo para la respuesta, sino también para el proceso, podemos seguir acudiendo a Él en oración, confiando en su sabiduría y cuidado.
El Señor nos anima diciendo:
«¡Oren siempre y no desmayen jamás!».
● Señor, quiero acudir siempre a ti en oración y no desmayar.
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