sábado, 18 de julio de 2015

||<< No puedo cruzarme de brazos >>||

(Por Dilean Cañas)
☆ Leer: 2 Tesalonicenses 3:5 ☆
“Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo”.

Vivimos en una sociedad que exige tener paciencia, no sólo por la falta de control sobre muchas de las áreas que afectan nuestras vidas, sino porque convivimos a diario con personas muy diferentes a nosotros, quienes tienen ideas, culturas y conceptos que difieren en gran manera a los nuestros.

Pero como si fuera poco, la paciencia no es sólo algo que exige el diario vivir, sino un resultado que nuestro Dios espera de nosotros.

Él nos dice que nuestra vida debe mostrar frutos de paciencia. (Gálatas 5:22).

Aunque hemos relacionado paciencia con sentarnos a esperar que el mundo nos pase por delante, mientras la posible solución se aleja más y más, de acuerdo a la palabra de Dios, la paciencia es mucho más que eso y produce resultados muy valiosos.

Cuando un hombre o una mujer logran ser pacientes, entonces ante los ojos de Dios se convierten en personas perfectas, cabales, sin que les falte cosa alguna (Santiago 1:4).

La paciencia es sinónimo de entereza y serenidad, antes de causar incertidumbre, produce esperanza y nos permite alcanzar las promesas de Dios (Hebreos 10:36).

La voluntad de Dios es que seamos hombres y mujeres pacientes, no se trata de lo que mucho que logres hacer en tus fuerzas sino de que sepas esperar en las promesas de Dios que se cumplen, aunque tarden, se cumplen, pero en esa tardanza debo ser paciente para no buscar un plan B o caminos más cortos, para confiar de corazón y estar tranquilo.

El paciente sabe con certeza que Dios cuidará de él, de su familia y circunstancias, cualquiera que ellas sean.

El que confía en Dios con todo su corazón, renuncia a la ansiedad y preocupación, y espera pacientemente la liberación de Jehová en el momento oportuno.

Ten presente que tú paciencia será probada, debes ejercitarte en ella pero nunca olvides que para Dios es más valioso cuando esperamos en Él, que cuando queremos hacer las cosas por Él.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.
- Hebreos 12:1.-

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