☆ Lectura: Marcos 1:21-39 ☆
Había sido un día muy agitado para Jesús.
Se encontraba visitando la ciudad costera de Capernaum, pero no de vacaciones.
Primero fue a la sinagoga a enseñar. Allí echó un espíritu inmundo de un hombre.
De ahí caminó hasta la casa de Pedro, uno de sus discípulos, donde sanó a la suegra de éste.
Más tarde ese mismo día se reunió una multitud enorme de gente a la puerta de aquella casa y Jesús pasó una buena parte de aquella noche curando enfermos y echando fuera demonios.
Imagínate el agotamiento que debe haber sentido, luego de que el último de los que fueron atendidos se fue de allí.
Lo lógico sería que luego de aquella maratónica sesión, Jesús se tomaría el siguiente día libre o al menos tendría la oportunidad de dormir hasta tarde.
Mira lo que dice Marcos 1:35: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba.”
Jesús sabía que su ministerio lo llevaría a otras ciudades y a miles de personas más que necesitarían su mano sanadora.
Para prepararse, su más alta prioridad era orar, estando en contacto con Su Padre en todo momento.
Después de un día tan duro y más tareas agotadoras por delante, se alejó de todo para orar.
¿Estuviste increíblemente ocupado ayer? ¿Te espera otro día igual hoy?
Saca tiempo para estar a solas con Dios en oración.
Él te dará nuevas fuerzas.
Para resistir los desafíos pasa tiempo de rodillas.
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