(Por Bill Crowder)
☆ Leer: Salmos 91:1-8 ☆
"No temerás el terror nocturno, […] ni pestilencia que ande en oscuridad… (vv. 5-6)".
Cuando yo era jovencito, repartía periódicos en unas 140 casas en dos calles que estaban conectadas por un cementerio.
Como se trataba de la edición matutina, tenía que salir a las tres de la mañana y atravesar ese cementerio en medio de la oscuridad.
A veces, ¡tenía tanto miedo que lo atravesaba corriendo! El miedo no se me iba hasta que me encontraba parado a salvo debajo de una luz de la calle del otro lado.
Esa luz hacía desaparecer la temida oscuridad.
El salmista comprendía la relación entre el temor y la oscuridad, pero también sabía que Dios es mayor que esos miedos. Por eso, escribió:
«No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad…» (Salmos 91:5-6).
Ni los terrores de la noche ni el mal en la oscuridad deben generarnos miedo. Tenemos un Dios que envió a su Hijo, la luz del mundo (Juan 8:12).
A la luz del amor, la gracia y la verdad del Señor, podemos encontrar valor, ayuda y fuerza para vivir para Él.
● Señor, vengo a ti, la luz del mundo. Por favor, disipa con tu luz la oscuridad de mis miedos.
>> No tienes que temerle a la oscuridad si caminas con la Luz del mundo.
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